La bendición en la Palabra de Dios depende de que se reciba humildemente y se obedezcan fervientemente.
Una de las preocupaciones de todo buen pastor es que cada miembro mantenga el hábito de leer y estudiar la Palabra de Dios a diario. Este es uno de los hábitos más importantes que un seguidor de Jesús puede tener. No es suficiente que usted y yo simplemente “leamos” la palabra de Dios con regularidad. Hay algunas cosas adicionales que deben suceder para que la palabra de Dios tenga el impacto deseado en nuestras vidas.
Santiago nos anima a escuchar cuidadosamente la instrucción de la palabra porque “puede salvar vuestras almas” (Stg 1.21). Qué maravillosa es la palabra de Dios. Puede llevar a un hombre o a una mujer a la salvación. El apóstol Pablo nos enseñó lo mismo. Escribió que las Escrituras “pueden hacerte sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15).
Por otra parte, la palabra de Dios es “viva y poderosa” (Hebreos 4:12). Se te mete dentro y nos transforma de adentro hacia afuera. Cada vez que estudias cuidadosamente la Biblia, usted es “transformado por la renovación de su mente, para que puedas comprobar cuál es la buena voluntad de Dios, aceptable y perfecta” (Romanos 12: 2). El Espíritu Santo busca obrar en usted la palabra de Dios de tal manera que llegue a “habitar en abundancia” (Col. 3:16).
La Biblia es un libro completo porque todo lo que necesitamos se encuentra en ella; “Para que el hombre de Dios sea perfecto (completo), enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:17). Y es perfecta en el sentido de que nunca fallará. Jesús mismo ha prometido que “hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:18).
Además, nos “confina” y “restringe” es decir, nos muestra la verdad acerca de nuestro pecado y nos ayuda a darnos cuenta de que somos pecadores. Pero luego, nos muestra al Salvador que Dios ha dado para salvarnos de nuestros pecados: Jesucristo, Su propio Hijo; quien tomó nuestros pecados sobre Sí mismo y murió en nuestro lugar. Jesús mismo dijo: “Por tanto, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36). ¡Es la ley de Dios que nos libera! Como dice el salmista en el Salmo 119: 45: “Y andaré en libertad, porque buscaré tus preceptos”.
Por lo cual, nada ni nadie puede hacer por nosotros lo que la palabra de Dios puede hacer. Cuán débiles de espíritu probaríamos ser si no nos acercamos a la Biblia con un sentido de reverencia. Qué ingratos seríamos si no le diéramos gracias a Dios por ella, y la apreciamos, y que ingratos seriamos si no nos exponemos a sus bendiciones todos los días.
Pero si no recibimos la palabra de Dios con un espíritu genuino de humildad ante Dios, si por el contrario la abordamos con orgullo, o albergamos el pecado en nuestras vidas, o no somos genuinamente mansos al escucharla, entonces claramente no estamos con la actitud de obedecerla. Escuchemos las instrucciones de Dios. La verdadera bendición en la lectura y el estudio de la palabra de Dios no proviene simplemente de estar expuesto a ella, sino de recibirla en un espíritu enseñable y seguirla con el “hacer” activo de la palabra. Que seamos así entre aquellos lectores de la Biblia de los que habla Santiago cuando dice: “Este será bienaventurado en lo que hace”.
Por Pastor Pablo J. Cruz Avila